Luis Ugalde
Cuesta creer que en Venezuela una revista mensual metida en la candela de los grandes debates nacionales llegue viva y saludable a sus 85 años. Es la hazaña de SIC. Nuestro país, en 1938, con retraso empezaba a gatear el siglo XX y dos indómitos jesuitas vascos renacidos en Venezuela (Manuel Aguirre y Víctor Iriarte) encabezaban pluma en ristre, la voluntad católica de contribuir al formidable reto de la construcción de un nuevo país democrático, compartiendo el agua siempre fresca y novedosa del Evangelio. 85 años de SIC en sus 924 números y 45.000 densas páginas nos muestran el palpitar de un cristianismo que echa su suerte con esta Venezuela que vive, sufre y sueña. La revista SIC (Seminario Interdiocesano de Caracas) nació en 1938 en el semillero de sacerdotes donde se cultiva y renace el alma de la Iglesia. La naciente revista dejaba claro que no era voz oficial de la Iglesia, pero afirmaba su decidida voluntad de ser leal a ella y a sus retos renovadores. Para muestra veamos a SIC en cuatro encrucijadas claves del país.
SIC nace a los 10 años del triunfo de la Revolución Rusa y se propone enfrentar la ilusión salvadora del comunismo marxista, ateo y dictatorial, aportando la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) al reto formidable de construir una sociedad de la dignidad humana y del bien común en libertad y solidaridad. Pero la DSI no era conocida y SIC se dio a la tarea de sembrarla en círculos de estudio y de formación.
¿Democracia plural con partido prepotente y Estado docente? En 1945 se dio un importantísimo salto hacia la democracia luego de más de un siglo de dictaduras, guerras y fracasos sociopolíticos y AD surge como partido del pueblo y partero de la democracia. En el llamado Trienio Adeco (1945-48) la combinación de poder y sectarismo llevó a AD a la prepotencia partidista que ciega y al deseo de implantar la exclusiva estatal en la educación. Ello despertó una fuerte resistencia en la sociedad y específicamente en la Iglesia, que defiende el papel central del Estado en la educación, pero sin exclusiva, y fomentando la responsabilidad educadora de la familia y de toda la sociedad. AD aprende, se corrige y décadas después será el partido de mayor contribución al crecimiento de la sociedad educadora plural. SIC fue clara y firme en la resistencia al sectarismo y prepotencia excluyente adeco.
Como sabemos, un golpe militar hizo abortar la democracia, mandó a AD (y a los otros partidos) al exilio y a la cárcel. El sufrimiento enseña y una década después regresa la democracia con espíritu unitario, superando el sectarismo con un pacto de entendimiento (Pacto de Punto Fijo) entre los enfrentados de ayer para defender el pluralismo partidista, la alternancia en el poder y apoyo de todos al gobierno del partido ganador. En la década de los sesenta fueron decisivos el firme apoyo de la Iglesia, el aporte del partido socialcristiano al gobierno y de las comunidades católicas, superando prevenciones y prejuicios anti adecos para los éxitos de la democracia social plural, ahora amenazada por la guerrilla encandilada por el comunismo cubano y al mismo tiempo por los intentos de golpe militar con nostalgia de dictadura. En esa exitosa década democrática (1960-1970) SIC apostó fuerte a la democracia y a la formación de organizaciones sociales y de jóvenes y apoyó a la alianza democrática entre socialdemocracia y socialcristianismo.
¿Dónde están los pobres? La década de los 70 fue de grandes posibilidades -en parte desaprovechadas- de lograr el desarrollo de una sociedad democrática, inclusiva y participativa. Por otra parte la Iglesia fue sacudida por el Concilio Vaticano II (1962-65) convocado por la audacia evangélica del “Papa Bueno” Juan XXIII para la puesta al día de la Iglesia superando algunos lastres del pasado político-religioso-social. El equipo de SIC tomó en serio el Concilio Vaticano II y las consiguientes orientaciones del Episcopado Latinoamericano reunido en Medellín (1968). Vivir la Iglesia y construir la sociedad desde los pobres y excluidos. La asimilación y puesta en práctica de esa renovación eclesial toma muchos años y está marcada (todavía hoy) por duras resistencias y descalificaciones en la propia Iglesia… SIC no se libró de este debate, ni de ser calificada por algunos como caballo de Troya marxista, infiltrada en la Iglesia. Con el tiempo esos debates se reducen a su justa dimensión y es indiscutible que en esos años no hay un solo artículo en SIC que defienda el comunismo soviético o simpatice con la dictadura cubana.
¿Y el “socialismo del siglo XXI”? Lamentablemente desde fines de los 70 la democracia venezolana se estancó, sus logros sociales retrocedieron y el agotamiento de la voluntad transformadora de la democracia de los partidos dio pie en la década de los 90 al populismo mesiánico. La mayoría se encandiló con el personalismo mesiánico y la ilusión de que de la mano de un hombre fuerte armado Venezuela lograría casi milagrosamente el reparto de la “inmensa” riqueza petrolera. Mesianismo rentista cuyos resultados trágicos hoy padecemos todos. SIC también fue invitada a la tentación populista, pero muy pronto vio que el “socialismo del siglo XXI” era el camino para eliminar toda democracia y empobrecer a todo el país.
En estos 85 años SIC ha cumplido su voluntad primera de contribuir a la creación de una Venezuela libre, justa y productiva, sobre los cimientos de una sociedad solidaria animada por el espíritu de Jesús de Nazaret, una sociedad donde los pobres se sientan en la mesa central y no como mendigos que sobreviven con las sobras de comida que caen de la mesa de los saciados.