A comienzos del mes de abril un grupo de 10 estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) emprendimos un viaje hacia un destino nuevo, con personas, necesidades e ideas desconocidas; pero fuimos cargados de optimismo y ganas de servir. Este viaje que apenas comenzaba lleva por nombre PAZando, un momento que exige todo lo bueno que llevamos por dentro.
Llegamos un sábado a la Escuela Técnica-Agropecuaria San Ignacio del Masparro, una institución de Fe y Alegría ubicada en el estado Barinas y fundada por el propio P. José María Vélaz, S.J., creador de este importante movimiento de educación. La escuela funciona como un internado, es decir, sus estudiantes pernoctan dentro de las instalaciones de lunes a viernes y, además de recibir educación formal, reciben formación orientada al área agropecuaria y se encargan de colaborar en las tareas cotidianas como el ordeño de las vacas, mantenimiento del ganado y del porcino, agricultura, jardinería, limpieza, cocina, entre otras.
Para el momento de nuestra llegada la escuela se encontraba prácticamente vacía pues la mayoría de sus estudiantes permanecían en casa por ser fin de semana, sin embargo, la cálida bienvenida de las pocas personas que se encontraban ahí automáticamente nos hizo sentir en casa, y fue en ese momento que de inmediato comenzamos a conectar con nuestro entorno.
Cuando empezaron a llegar los niños el lunes la ilusión era evidente; muchos de ellos no asistían a su escuela desde el año 2020 a causa del confinamiento, algunos tenían tiempo sin ver a sus compañeros y otros simplemente estaban emocionados porque esa semana sería diferente. Por otra parte, nosotros nos encontrábamos cargados de emoción, alegría y un poco de miedo que se fue desvaneciendo entre las risas y ocurrencias que resultaban del compartir en grupo.
Cada día que pasaba los trabajadores, profesores y alumnos de la escuela nos regalaban una nueva oportunidad para ser mejores; para escuchar al otro, para conocer su realidad, para ayudar en las labores cotidianas y para aprender de cada detalle. Tuvimos el privilegio de ser recibidos por una comunidad sumamente resiliente, que se ha esforzado por mantener su labor formativa y ser hogar.
Se vuelve muy difícil resumir con palabras todo lo que vivimos. PAZando amerita dedicación, mantener una mirada atenta, tener empatía, acompañar y reflexionar sobre aquello que nos rodea. Eran cualidades que algunos tenían pero que también nacieron en otros gracias a esta experiencia que nos permitió desconectar para conectar, discernir y, sobre todo, aprender del hermano. Las personas que llegamos de Caracas a Masparro no salimos iguales, regresamos con un sinfín de enseñanzas.
Durante esa semana soñamos juntos y nos ayudamos a crecer. Fue gratificante compartir con niños y jóvenes llenos de tantas esperanzas y metas por cumplir, no cabe duda de que se convertirán en líderes que trabajen siempre en todo amar y servir.
Claudia García R.
UCAB