La primera vez que me encontré con el padre Jean Pierre Wyssenbach fue en septiembre de 1985, en mi entrada al noviciado jesuita San Pedro Claver, en Barquisimeto. Para entonces, ya sabía de él por referencias. La imagen que guardaba de él, aun sin conocerle, era la de un jesuita que sabía mucho de la Biblia y tenía una manera muy amena de hacerla cercana y comprensible a los demás, especialmente a la gente sencilla. También, que era un educador nato, por vocación, lo que le hacía un gran pedagogo.
Vivió ocupado por la educación de los más pobres. Estaba convencido de que nuestros barrios populares son una mina de científicos, historiadores, médicos, deportistas, etc. Insistía en que lo que hace falta es «creer para crear», pues si creemos en la gente podemos crear las condiciones, acompañar integralmente los procesos de enseñanza-aprendizaje y hacer que ocurra el milagro en el país.
Su apuesta por la educación no era sólo por la excelencia académica, sino, sobre todo, por la formación de jóvenes conscientes de sus deberes y derechos y corresponsables con los destinos del país. Esta convicción le llevó a fundar con los jóvenes del barrio El Carmen de La Vega, el grupo «Utopía», una generación de jóvenes, hoy ya adultos, que han tenido una gran incidencia en La educación y liderazgo social en La Vega. Desde «Utopía» se organizaron los «Liceos de Vacaciones», donde los jóvenes del barrio más sobresalientes académicamente tomaban a su cargo en el mes de agosto los liceos públicos y los activaban para enseñar a quienes habían aplazado materias o a quienes querían adelantar. Los planteles gerenciados por los mismos jóvenes eran una muestra del talento, la capacidad de liderazgo y gestión de la juventud de la comunidad.
Al irme haciendo su amigo y discípulo, confirmé lo que dé él se decía antes de conocerle. Con el tiempo, fui agregando nuevas dimensiones y referencias sobre el quehacer de este gran maestro.
Gran parte de su vida la pasó en La Vega, Caracas, y sus últimos años de actividad los vivió en Maturín, en la Parroquia San Ignacio, donde continuó con su apostolado educativo y bíblico, entregando la palabra de Dios al pueblo.
Finalmente vino a nuestra Enfermería Provincial del Colegio San Ignacio, donde a pesar de su cardiopatía y dificultad para caminar, tuvo una vida apostólica muy activa, gracias a la asistencia de sus amigos y amigas, que le atendían con gran devoción y agradecimiento.
Mientras residió en Caracas, se mantuvo inserto en la Parroquia La Vega, entre los barrios El Carmen, Los Canjilones y Las Casitas; desde ahí recorría todos los callejones y escaleras de los cerros, visitando las escuelas, acompañando a los docentes y promoviendo las olimpiadas de castellano, matemática, geografía e historia. De tanto caminar La Vega, en su memoria guardaba los nombres y rostros de la gente y también de calles y callejones. Tenía una memoria prodigiosa.
Del barrio salía en transporte público a dar clases de antropología en la Escuela de Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y traía a los jóvenes estudiantes al barrio para que hicieran trabajo de campo, con el fin de interconectarlos solidariamente con la educación de la comunidad y sus problemas sociales. Muchos de esos jóvenes hoy son profesionales solidarios, dentro y fuera del país. En 2016, el finado padre Francisco José Virtuoso, entonces rector de la UCAB, le otorgó el Doctorado Honoris Causa por su labor social y educativa, porque su labor marcó una impronta importante en la vocación social de la Universidad Católica Andrés Bello.
El maestro Wyssenbach fue hombre de Iglesia, se dedicó a la formación del clero diocesano en el Seminario Santa Rosa de Lima y a la vida religiosa en el Instituto de Teología para Religiosos (ITER) y en el Centro de Estudios Religiosos (CER). A todos los llevaba al barrio para que entraran en contacto con la realidad de los pobres y se afectarán solidariamente con los gozos y las penas de la gente de a pie.
El Cardenal Baltazar Porras me envió este mensaje, en mi carácter de Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela: «Alfredo, hermano, me uno en oraciones y agradecimiento por la vida y entrega total de Jean Pierre. Mucho le debemos a él en toda Venezuela. Me enorgullezco de haber trabajado juntos en la formación del clero y disfrutar de su amistad. Descanse en paz»
Wissen, como le decíamos cariñosamente, tenía claro que una clave importante para conocer de cerca a Jesús y ser una Iglesia discipular era salir de los ámbitos habituales y entrar en contacto con las periferias sociales y existenciales. Sus clases de Biblia eran un encuentro pedagógico con el Dios de la vida y de la historia, el Emmanuel, el Dios con nosotros, y siempre llevaba a sus estudiantes a una reflexión pastoral a la luz de la Palabra de Dios.
Este servicio lo llevó a todos los rincones del país, con sus breves comentarios en la hoja dominical, como me comentó Yudith Sira desde Barquisimeto: «yo crecí leyendo su nombre en cada hojita de domingo que yo coleccionaba, ¡Qué acertado y sencillo como explicaba el Evangelio!»
Si de ecumenismo se trata, basta esta anécdota que me contó Diana Moreno, cuando el padre Jean Pierre visitó, en el año 2002, la Parroquia San Antonio de Padua, en el Consejo de Ciruma del Estado Zulia: «Mis Papás nunca olvidan su respuesta al pastor de la Iglesia evangélica que se acercó a discutir cosas de religión. La respuesta de Wyssenbach fue: ‘la cosa está en el Amor, caminemos juntos y dejemos que Dios nos enseñe’. El pastor no le dijo más nada y caminó con él en silencio hasta la capilla del barrio y, allí, Wyssenbach le dio un apretón de mano diciéndole: ‘Ésta es la capilla San José, también es tu casa’».
¡Ah! Otra dimensión algo desconocida era que le gustaba bailar y, a pesar de la rigidez propia de su origen europeo, daba sus pasos, los disfrutaba, aunque su ritmo corporal no se acoplaba a la música. Eso sí, fue buen músico, pianista y acordeonero. Gozaba de una vasta cultura musical, desde los grandes clásicos del barroco europeo hasta la música tradicional latinoamericana y, muy especialmente, la venezolana. Le complacía sacar su acordeón de teclas, tipo alemán, para recorrer América Latina con un popurrí, homenajeando a sus amigos en los cumpleaños.
Querido Wissen: gracias por tu vida, gracias por mostrarnos, con la Palabra de Dios y con tu existencia, el rostro humano de Dios. Sé que estás donde siempre has querido estar: en el corazón de Jesús, junto al Padre. ¡Que suene el acordeón de acción de gracias por tu vida!
P. Alfredo Infante Silvera, S.J.
Provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela
19/07/2024