“Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” Lc 17, 33.
Miguel Arteaga nació en Baliarráin cerca de Loyola, en Guipúzcoa, España, el treinta de abril de 1878.
No se tiene datos sobre sus estudios en primaria y bachillerato, tampoco sobre sus familiares, sin embargo, era notable su entrega y dirección cuando sintió el llamado del Señor, ya que al aceptar su llamado dejó a su familia, casa y tierra para difundir el Evangelio.
“Te seguiré, Señor, a predicar en pobreza” fue el comentario que se encontró al investigar su vida.
Antes de su ingreso a la Compañía de Jesús, cursó durante cinco años estudios de Educación Media, y posteriormente durante tres años filosofía en la Universidad Pontificia Comillas.
El veinticinco de julio de 1899 ingresó a la Compañía de Jesús en Loyola a los veintiún años. Emitió sus primeros votos el treinta y uno de julio de 1901.
Al terminar la formación del noviciado, hizo sus estudios de Juniorado en Loyola de 1901 – 1903. Posteriormente cursó la Filosofía, también en Loyola de 1903 – 1905.
Sabemos que al culminar la Filosofía se inicia la etapa del Magisterio, la cual realizó entre 1905 y 1908, pero no se tienen datos del lugar donde se realizó esta experiencia.
Luego fue a Oña, Burgos, de 1908 – 1912 donde cumplió con los estudios de Teología. Y en su tercer año fue ordenado Sacerdote, el treinta de julio de 1911.
Posteriormente, el dos de febrero de 1914 emitió sus Últimos Votos de incorporación definitiva a la Compañía de Jesús.
En octubre de 1916 la Compañía de Jesús regresó nuevamente a Venezuela, tras un prolongado período de expulsión, y fue en ese momento cuando el Episcopado Venezolano le encargó la dirección del Seminario de Caracas como misión para la formación del clero.
Finalizada su formación e incorporado definitivamente a la Compañía, cruzó el Atlántico desde Castilla a la Gran Colombia. En el año 1919 aparece en el Colegio San Pedro Claver, de Bucaramanga – Colombia, donde enseñó Lógica, Ética y Derecho Natural, y Religión a los alumnos de 4to, 5to y 6to años. Además de ser Padre Espiritual y Confesor de los alumnos.
En 1920 llega al Seminario de Caracas, donde permanecerá durante doce años. En su primer año allí, dio clases de Ética, Derecho Natural e Historia de la Filosofía, además fue Confesor de los alumnos y en la Iglesia Santa Teresa.
Los fines de semana enseñaba catequesis a los niños y adultos de los barrios de Caracas. Y durante las vacaciones de Navidad, Semana Santa y el mes de agosto, recorría las ciudades, pueblos y campos del interior.
Luego de tres años, en 1923, sumó a sus labores el cargo de Ministro y el de Prefecto de disciplina en el Seminario Mayor, hasta 1925. En ese mismo año enseñó historia de filosofía, liturgia y religión, fue moderador de la catequesis en el Seminario.
De 1926 hasta 1932, fue Secretario, enseñó Humanidades, Retórica y Lengua Griega, Historia de la literatura, Religión, Teodicea, Cosmología, Psicología, Confesor en el Templo de La Pastora y fue Procurador.
Fue destinado a Coro, Falcón, al Seminario Menor Diocesano San José. Se desempeñó como Superior desde el doce de septiembre de 1933, fue Prefecto de Estudios y de salud, enseñó gramática y lengua griega a los alumnos de 2do año.
Durante ese mismo año, en diciembre de 1933, acompañó al Obispo de Coro Mons. Lucas Guillermo Castillo en su visita pastoral a El Pedregal, cuando unas fiebres tropicales lo enfermaron.
Luego de cuatro meses de ser Superior, falleció el dieciocho de enero de 1934 a los cincuenta y cinco años de edad y treinta y cinco años de Compañía. Falleció en Coro, en la tierra que tanto supo amar.
Los seminaristas solían comentar la afable confianza que inspiraba aun como prefecto de disciplina: “Porque siempre es tan justo e imparcial”.
Un amigo campesino afirmó: “Le llegó esa fiebre tan brava que lo llevó rapidito hasta el buen Dios, porque era tan buena gente que el Padre Arteaga era más para irse con Él que para acá. Era un santo padre”.
Damos gracias a Dios por la vida obra del P. Miguel Arteaga, S.J., y pedimos que su ejemplo nos anime en la misión encomendada.
Schirley Echenique
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