El 11 de enero de 1896 nació el P. Luciano Aguirreolea Arana, S.J. en la localidad de Vergara, en la Provincia de Guipúzcoa. No se conocen muchos detalles sobre su educación inicial; solo se sabe que con 17 años se despertó su vocación ignaciana e ingresó al Noviciado de Loyola el 09 de septiembre de 1913. Entre 1920 y 1922 viajó a Burgos para realizar sus estudios de Filosofía en Oña. Su etapa de Magisterio la hizo en Durango, Vizcaya entre 1923 y 1925. Regresó a Oña para realizar Teología entre 1926 y 1929. Durante su etapa de formación teológica se ordenó sacerdote el 30 de julio de 1928. La Tercera probación la realizó en Manresa, Barcelona en 1930 y profesó sus Últimos Votos el 02 de febrero de 1931.

Después de la dispersión al ser expulsados los jesuitas de España, en tiempos de la República, aparece nuevamente en el catálogo de 1937 como Director Espiritual de la comunidad y los alumnos en el Seminario Menor de la Compañía de Jesús en Sangüesa, Navarra. Ese mismo año es destinado a la Viceprovincia de Venezuela.

El 31 de julio de 1937 fue nombrado Rector y Maestro de Novicios en la Primera Casa de Probación de Venezuela. Aquel fue un momento importante para la Provincia y en él recayó tal responsabilidad. El Noviciado San José Pignatelli fue instalado en la ya inexistente Qta. San Miguel, que estaba ubicada entre, lo que actualmente seria la Av. Nueva Granada y la autopista de El Valle. El lugar era humilde, modesto y pintoresco, el techo de caña dejaba pasar las goteras, el comedor era una antigua caballeriza acondicionada y en muchas oportunidades debían espantar a los sapos y las culebras que invadían los espacios de la casa. El 26 de septiembre de ese año ingresan los dos primeros novicios, Pío Bello y Epifanio Labrador, a los que se une en terna José María Lasarte venido de España. El espíritu de la casita era el de una pequeña familia. El P. Aguirreolea, S.J., era bondadoso, espiritual, llano y sacrificado. Tomaba parte en las actividades de los novicios, como secar platos, cavar, etc, como un novicio más, enseñando con el ejemplo lo que le tocaba explicarles por oficio acerca de la Compañía de Jesús. En los ratos de recreo jugaba tejo y bolas criollas junto a los Novicios. Era suave, sencillo y amable. En 1940 le tocó asumir el traslado del Noviciado a la casa en los Chorros. Fue Maestro de Novicios hasta el 11 de febrero de 1942.

Para el curso escolar 1942 – 1943 es destinado al Colegio San Ignacio de Caracas, allí fue nombrado Director Espiritual en los grados de primaria. En 1944 es enviado al Colegio San José de Mérida para seguir en sus funciones como Director Espiritual pero en esta oportunidad de los alumnos de bachillerato hasta mediados del año 1946. Ese mismo año regresa al Colegio San Ignacio de Caracas para en el curso 1946 – 1947 trabajando como Padre Espiritual de los estudiantes de 4º a 6º grado y posteriormente de 1º a 3º hasta el año 1961.

Poseía el don de tratar a las personas adaptándose a la mentalidad y el lenguaje más afectivo. Como Padre Espiritual influía en la unión y la caridad. Su personalidad unía un temperamento artístico y delicado con una gran fuerza de voluntad, de tolerancia y desprendimiento. Cubría con un manto de comprensión y optimismo las deficiencias ajenas que él percibía y sentía.

Por complicaciones en su estado de salud se trasladó a las Enfermería del Noviciado San José Pignatelli en los Teques, y allí falleció el 30 de junio de 1962. Con 66 años de edad y 48 años al servicio de la Compañía de Jesús. Su virtud puede resumirse en pocas palabras: 31 años consagrados a la misma labor. Toda su vida activa como jesuita desde 1931 a 1962 la ofreció al Señor en el sacrificio oculto, delicado y constante. Solo Dios sabe los sacrificios infinitos de una vida entera, y todo el bien que difundió en tantos corazones. La misa exequial cantada, de cuerpo presente, fue en el Colegio San Ignacio, el 01 de julio de 1962 a las 4:00 pm. El entierro en el Cementerio General del Sur fue sencillo y silencioso, en él se reunieron un centenar de personas para darle el último adiós al Padre Espiritual de muchos.  Durante el sepelio, su hermano, el Dr. Marcos Aguirreolea, quien fue profesor en la UCAB y el Juniorado, entre lágrimas expresó: “Veo que ustedes son una gran familia”.

Damos gracias Dios por la vida y obra del Padre Luciano Aguirreolea Arana, S.J., pedimos que su ejemplo nos anime en la misión encomendada.

Adrián Jiménez
Archivo Curia