José María Salaverría Suinaga nació en Ermua, Vizcaya, España, el treinta y uno de marzo de 1912.
No se tienen datos sobre sus padres, ni de sus estudios, sólo se sabe que desde muy temprana edad estaba presente en su vida el llamado del Señor; esto lo fue motivando y tomó la decisión de ingresar a la Compañía de Jesús.
El veintiséis de agosto de 1928, con dieciséis años, su llamado vocacional le hizo ingresar al Noviciado de Loyola, España.
Finalizada su formación en el Noviciado, inició la etapa del Juniorado entre Loyola, en el curso 1930-1931, y Tournai, Bélgica, en el curso 1931-1932, haciendo estudios en humanidades y retórica.
Fue destinado a estudiar Filosofía en el Colegio Máximo San Francisco Javier en Marneffe, Bélgica, hasta el curso 1934-1935.
Terminada la etapa de Filosofía, regresó a España al Colegio San Ignacio de San Sebastián para realizar la etapa de Magisterio, desempeñándose como subprefecto de disciplina, docente de castellano en 1ero y 2do año, y nociones científicas en 4to año, hasta 1938.
Luego del Magisterio, fue destinado al Colegio Máximo San Francisco Javier de Durango, Vizcaya, España, en el curso de 1938-1939.
En el curso de 1939-1940 se trasladó el Colegio Máximo San Francisco Javier a Oña, Burgos, y allí José María continuó la Teología hasta 1942.
En su tercer año de Teología fue ordenado sacerdote el treinta de julio de 1941 en Loyola, por Monseñor Manuel de Castro, Arzobispo de Burgos.
Fue a Gandía, España, en 1943 para hacer la Tercera Probación, siendo el instructor el P. Severiano Azcona, S.J.
Ese mismo año regresó al Colegio San Ignacio de San Sebastián, donde había realizado su Magisterio, para desempeñarse como Ministro de la comunidad, prefecto de disciplina y secretario del colegio, y también enseñó religión y latín.
El dos de febrero de 1944 pronunció sus Últimos Votos.
En el curso de 1944-1945 se siguió desempeñando en las mismas funciones, pero ya no da clases de religión y sólo enseñó latín en 4to año sección “B” hasta 1946. Al terminar ese año escolar, fue destinado a la Viceprovincia de Venezuela, a donde llegó para continuar su labor educativa en el Colegio San Ignacio de Caracas. Allí se desempeñó en diversas funciones como prefecto de disciplina y subprefecto de estudios, como director de la Revista Edasi (Ecos de alumnos San Ignacio). En los años siguientes añadió a sus labores el ejercicio de la docencia en diversas materias hasta 1949.
Terminado ese año escolar recibió el destino para ir al Colegio San José de Mérida, como ministro, procurador, capellán de la maternidad, prefecto espiritual de los alumnos de los grados, encargado de la cruzada eucarística y de las misiones en los grados.
La brevedad de su estancia en Mérida se debió a que el trece de septiembre del curso de 1950 fue nombrado rector del Colegio San Ignacio en Caracas, tocándole el cambio del colegio desde el centro a Chacao y ser el primer rector en Chacao.
Desde el primer momento añadió a la responsabilidad del rectorado el ser prefecto de estudios y docente de religión y en diversas áreas. Sin duda el cambio del centro influyó mucho en los aspectos educativos y en la proyección del Colegio, finalizando con su labor en Colegio San Ignacio en 1956, al ser destinado al Colegio Gonzaga de Maracaibo para ejercer como Rector de la institución el catorce de octubre de 1956.
En el Colegio Gonzaga se desempeñó además como prefecto de estudios, docente de religión y secretario de la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC) en Zulia. Al año siguiente fue nombrado vicepresidente de AVEC Zulia, docente de latín en 5to año. Y un año después fue nombrado presidente de AVEC Zulia. Hizo vida en Maracaibo durante seis años, donde siempre estuvo presente su simpatía y bondad haciendo muchas amistades, y llevando adelante el apostolado; tanto fue así, que a partir de 1960 fue nombrado director de la Asociación de los Antiguos Alumnos del Gonzaga.
Terminado su rectorado en el Gonzaga, regresó nuevamente al Colegio San Ignacio en el curso 1962-1963, para desempeñarse como director espiritual de la comunidad y de los alumnos de 4to y 5to año, fue asesor espiritual de la Congregación Mariana del Colegio, capellán de Villa Loyola, docente de religión en ciencias y humanidades, y confesor de los alumnos.
Durante esos años tuvo un gran grupo de congregantes que le respondieron muy bien, tanto en los Ejercicios Espirituales como en la labor apostólica de los barrios.
Luego, en 1969 fue destinado para actualizar sus estudios de Teología y Pastoral en Madrid y Salamanca.
Finalizados sus estudios de actualización, regresó a Venezuela, al Colegio San Ignacio, siendo docente de religión en secundaria, confesor de la comunidad y de los alumnos. En el curso de 1970-1971 fue prefecto espiritual de secundaria, asesor de la Asociación de Antiguos Alumnos. Se siguió desempeñando en lo anteriormente mencionado y, el veinticinco de junio 1976 fue nombrado Superior de la Comunidad hasta 1980.
En 1980 se desempeñó solo como prefecto espiritual en secundaria y docente de religión, y continuaba con la memorable labor de asesoría a loa Antiguos Alumnos. Dos años después añadió a su labor el trabajo pastoral de los enfermos en la Enfermería Provincial hasta 1995, pero en 1993 dejó de atender la asesoría de los Antiguos Alumnos.
Durante su vida en la comunidad su voz de tenor alegró las festividades familiares y religiosas, como en las sobremesas de las Navidades. También fue un fiel servidor hacia sus hermanos jesuitas en las comunidades donde convivió.
El catorce de agosto de 1997 falleció el P. José María Salaverría Suinaga, S.J., a los ochenta y cinco años de edad y sesenta y nueve años de Compañía.
Su bondad, su buen corazón, su alegría, su risa franca y total entrega a la labor educativa y formación cristiana de los jóvenes fueron los distintivos del P. Salaverría, S.J.
De sus tiempos en Maracaibo fue visitado en varias oportunidades tanto por su antiguo alumno Monseñor Roberto Lückert, como por Monseñor José Alí Lebrún, quienes le demostraron su aprecio y amistad.
En la última etapa de su vida, a pesar de que sus fuerzas no le ayudaban, no quería dejar su oficina donde atendía a los estudiantes de 3er año. No le gustaba oír la posibilidad de que un jesuita se jubilara; lo suyo era caminar hacia su despacho, aunque las piernas flaquearan.
El P. Pedro Galdos, S.J. lo describió como: “En los últimos años de su vida era conocido por toda la familia ignaciana por esa imagen de `abuelito` que abrazaba con efusión a los jóvenes loyaltarras. Es algo que no se entiende fácil, pero era la verdad cómo los muchachos mayores y los antiguos alumnos venían a conversar con él y a pedirle su consejo en sus pequeños o grandes problemas; su gran corazón tenía cabida para todos”.
Su antiguo alumno, el Sr. Juan Domingo Paradisi lo describe como: “Los que tuvimos la oportunidad de conocerle y trabajar junto a él, recordamos el amor y la dedicación por la Asociación de Antiguos Alumnos (ASIA) (…) que luego muchos de ellos estudiaron en la UCAB y se convirtieron en profesores de esa prestigiosa universidad. Esta especial amistad por los antiguos alumnos se ponía de manifiesto, entre otras ocasiones, en los inigualables actos religiosos, como en las bodas de exalumnos”.
Damos gracias a Dios por la vida y obra del P. José María Salaverría Suinaga, S.J., y pedimos que su ejemplo nos anime en la misión encomendada.
Schirley Echenique
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