Los Jesuitas en Venezuela
Los primeros jesuitas en las actuales tierras venezolanas bajaron del Nuevo Reino de Granada (Bogotá), por los llanos del Meta y Casanare a medidos del s. XVII. En 1662, partiendo de la Guayana Francesa, remontaron el Orinoco otros dos jesuitas, que se encontraron con sus hermanos de las incipientes reducciones del Alto Orinoco. Los jesuitas habían de ser los grandes reveladores del Orinoco.
El más notable de estos misioneros fue el polifacético P. José Gumilla, muerto en 1750, autor del libro El Orinoco Ilustrado; él fue el primero que plantó café en Venezuela: lo planté y creció. Tampoco se pueden dejar de nombrar a Salvador Gilij –quien, ya extinguida la Compañía, escribió en Italia Saggio (ensayo) de Storia Americana–, a Juan de Rivero (autor de la Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta), a Manuel Román (descubridor del Brazo Casiquiare) y a Bernardo Rotella, fundador de Cabruta.
Añadamos que seis jesuitas escribieron gramáticas y diccionarios de las diversas lenguas indígenas y que otros cuatro dieron sus vidas como mártires.
En esos mismos años, tenemos en Mérida una comunidad jesuita, que atiende al Colegio San Francisco de Xavier y a las actividades propias de una residencia jesuita que, además de cuidar espiritualmente a la comunidad que le rodea, recorre la región con sus misiones circulares.
Cuando, por decreto de Carlos III, todos los jesuitas de Venezuela tuvieron que abandonar el país, estaban incoados los procesos de fundación de colegios en Maracaibo y Caracas (en el centro de la capital nos ha quedado su recuerdo en la denominación de la Esquina Jesuitas).
En tiempos modernos, llegan los jesuitas en 1916 llamados para atender a la formación de sacerdotes en el Seminario. Podemos agrupar su trabajo en tres líneas de acción: servicio a la Iglesia, educación y apostolado social.
Más allá de la atención al Seminario Interdiocesano de Caracas (1916-53) y al Seminario Menor de Coro (1933-53), fueron atendiendo a una cincuentena de Parroquias eclesiásticas (actualmente se atiende a seis). Notable fue la atención a la Misión de Paraguaná, donde, entre 1936 y 1997, trabajaron unos setenta jesuitas, fundamentalmente en trabajo parroquial. Tres casas de Ejercicios Espirituales son recursos importantes en la oferta de espiritualidad y acompañamiento pastoral. Es de resaltar el acompañamiento al Movimiento Juvenil Huellas: 8.400 jóvenes en 74 sitios (la mayoría de ellos, de Fe y Alegría) que se forman como personas y en ciudadanía y liderazgo.
En Educción, llevamos cuatro colegios (San Ignacio y Jesús Obrero en Caracas, el Gonzaga en Maracaibo y el Loyola-Gumilla en Puerto Ordaz). Anteriormente, llevamos también el Colegio Javier de Barquisimeto (1953-83) y el Instituto Educativo Tamare (Zulia, 1959-64). Sin duda las obras educativas más notables son la Universidad Católica y Fe y Alegría.
En el apostolado social, históricamente, hay que destacar al P. Manuel Aguirre Elorriaga y su obra: la Escuela Javier (junto al Seminario), El Círculo Obrero, los sindicatos de Codesa y la Revista SIC. La obra de Manuel se profundizó con la creación del Centro Gumilla en 1968. También son muy de destacar la obra del Centro Gumilla de Barquisimeto y su promoción de cooperativas por todo el país, especialmente la de los productores de café de Copalar en las montañas de Lara.
No se puede dejar de mencionar la experiencia de los curas obreros y de las diversas comunidades de inserción, que han propiciado una sensibilidad y un estilo en los jesuitas de Venezuela.