Hoy día se suele insistir en el papel fundamental que juegan las competencias en el ámbito educativo; de hecho, en la actualidad el proceso evaluador, parte inherente del educativo, hace hincapié en éstas. Ahora bien, el esfuerzo ha de colocarse por encima de las competencias, porque es la constancia la que garantiza el éxito del proceso educativo.
La tenacidad que conduzca al triunfo tiene que habérselas con liderar al equipo de trabajo en tiempos de incertidumbre, como los que atravesamos a raíz de los tantos coronavirus que padecemos.
«Acompañar a mi equipo», fue un taller que hicimos en sinergia con la UCAB sede Guayana, contando con la acertada facilitación de la Prof. Liz Mary Salazar. El acompañamiento gerencial de los distintos equipos que componen el Colegio debe hacerse desde la toma de conciencia de que todos cuanto formamos parte de los mismos, somos los embajadores institucionales, investidos de un rol, sin enfatizar innecesariamente los cargos en detrimento de las funciones.
La superación de los obstáculos actuales pasa por el cambio en el modo de vernos, dando a la organización el peso específico que le corresponde dentro de esta nueva óptica. Que hablemos de cambios y novedades ha de hacerle justicia a la realidad. Es decir, el acompañamiento al equipo no parte de cero, «posee su kilometraje». Que contemos con etapas recorridas de este sendero, propicia un sustrato que sirve de garantía para conseguir el éxito mencionado más arriba.
Equilibrados los diversos pareceres a propósito del equipo, algunos de nosotros estamos llamados a mantener la institución en las mayores y mejores condiciones posibles, de modo que podamos aspirar a cumplir nuestra misión en un contexto favorable, o sea, «normal».
La aspirada normalidad pasa a su vez por la consideración de la matriz de riesgos, o lo que es igual: contemplar los diferentes escenarios en que desarrollamos nuestro trabajo; si llegáramos a anticiparnos a éstos —al menos desde el plano emocional—, estaríamos bien ubicados como para disminuir la carga negativa o las amenazas que traen consigo. Asimismo, esta tarea se lleva a cabo, en paralelo, con la promoción de escenarios más positivos.
Una vez más, el acompañamiento gerencial del equipo de trabajo deberá agendar, para no dejar de lado en su tarea de cambios estructurales, aquellos elementos de la cultura de antivalores y de la crisis educativa que atravesamos, que juegan en contra de nuestras aspiraciones y realidades.
En segundo lugar resulta de vital importancia entender que las crisis son una oportunidad para fortalecernos y mejorar, pero estando claros que este modo de pensar, es decir que las crisis pueden representar una valiosa oportunidad en nuestro trabajo, no nos exime de seguir encontrando trabas en el recorrido trazado.
En tercer lugar, un aspecto esencial del acompañamiento consiste en ayudar a los demás a hacerse una idea lo más nítida posible de la realidad, en sus dimensiones técnica y adaptativa.
Finalmente todo diagnóstico que se lleve adelante no puede obviar las políticas del Ejecutivo, así como las normativas del ente rector, porque en ellas están recogidos en buena medida lo que hemos nombrado como obstáculos.
Este enriquecedor compartir de ideas y experiencias se cerró reiterando los roles de la evaluación de desempeño personal e institucional, especialmente en los tiempos actuales. Se llamó la atención sobre la necesidad de planificar, que no es otra cosa que anticiparse a los diversos escenarios en que nos movemos.
Este tiempo ha ocasionado, o ha hecho brotar deudas emocionales dentro de la institución. A ello debemos dedicarnos con tesón, estando claro que el abordaje profesional prela sobre otros tipos de acompañamientos. En lo referente a la gestión de las emociones es menester darnos cuenta de que desempeñamos en la práctica un trabajo bajo presión. Será entonces igualmente necesario dedicar tiempo de calidad para acompañar a los acompañantes, a aquellos que educan con su ejemplo, a los embajadores de la educación.
Luis Ovando Hernández, S.J.