Volver al canto de Cisne del Padre José María Vélaz.

Queridos hermanos y hermanas. Docentes, personal obrero, administrativo, directivo y autoridades del Movimiento Fe y Alegría (FyA). Gracias por estar en este caminar, gracias por servir, gracias por sostener día a día nuestro país.

Ustedes solidariamente se han echado sobre sus hombros el futuro de muchos niños, niñas y adolescentes. La carga es más fuerte que sus fuerzas y su gesto me hace recordar aquella imagen de un niño llevando sobre sus hombros a su hermanita y diciendo: «No es una carga, es mi hermana».  Al contemplar su cotidianidad me sale del alma decir: «dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia». Porque ustedes son signo visible del rostro del amor de Dios, pues para ustedes Venezuela «no es una carga es nuestra hermana».

La primera lectura nos recordaba que «todas las cosas tienen su tiempo» y, nos mostraba cómo a lo largo de nuestra vida y de la historia pasamos por diversidad de tiempos, y en este itinerario estamos llamados a discernir el tiempo, para afrontarlo con espíritu, y salir fortalecidos y no derribados.

FyA y nosotros en ella, hemos transitado una diversidad de tiempos: tiempo de sueños y fundación con Vélaz, Patricia y Abraham. Sueños que nacen al calor de un pequeño acto de generosidad, de entrega, que bendecido por Dios «desató un gran movimiento educativo», como ha venido insistiendo nuestro querido Padre Joseba Lazcano. Sí, un gran movimiento conducido por el Espíritu de Dios, moviendo corazones, dando y transformando vidas.

Aquel gesto de fe y amor de Abraham y Patricia desató en Vélaz una gran moción interior que cristalizó en este gran Movimiento que es FyA. Se dio en tiempos de dictadura, donde estaba prohibido soñar, donde educar al pobre no era prioridad, porque a quienes gobernaban les interesaba más el asfalto y las mega-construcciones que la gente.

La semilla de aquel gesto y aquel sueño, cayó en tierra fértil, y FyA comenzó donde termina el asfalto. En una ciudad de grandes carreteras y pomposas construcciones, Fe y Alegría nace en la casa del pobre, por un acto de generosidad de una familia de barrio, y por la solidaridad de jóvenes de la Universidad Católica Andrés Bello, acompañados por un gran soñador, organizador y emprendedor como el Padre Vélaz, quien supo leer y escuchar la voz de Dios en aquel gesto de desprendimiento y solidaridad de Abraham Reyes y Patricia. Sí, en aquel gesto, la voz de Dios lo llamaba a adentrarse en el mundo de los pobres, en los barrios, donde termina el asfalto, a sacar de la pobreza, por la vía de la educación, a muchas familias.

Este sueño encendió corazones, y muchas hermanas religiosas, “monjitas” cómo les llamamos cariñosamente en Venezuela, de diversos carismas, se adentraron a los barrios, para educar a niños y niñas y, junto a ellas, muchos laicos y laicas con vocación, que se hicieron misioneros de la educación y sacaron a muchas personas de la pobreza.

Y, así, más allá del asfalto de la dictadura, Fe y Alegría apostó por quienes no contaban y habitaban más allá del asfalto.

Y después de la dictadura, vino la democracia, se comenzó a gestar otra Venezuela.

Fe y Alegría comenzó a crecer y expandirse por los barrios de toda Venezuela. En el periodo democrático el Estado comienza a invertir en la educación pública de calidad y se apuesta por la universalidad de la educación. En este nuevo contexto, Fe y Alegría crece, se expande, y contribuye en este esfuerzo de educar al país, de sacar de la pobreza, por la vía de la educación de calidad, a muchas familias y, además, se convierte en una plataforma de evangelización, porque lo propio era que cada escuela de FyA se convertía en una iglesia, en un centro comunitario de pastoral y de formación de líderes ciudadanos con valores humanos cristianos.

Muchos de los aquí presentes venimos de ese este tiempo, en el que el Estado, Iglesia y Empresa Privada se aliaron para educar al país. Es en este tiempo que la Educación Católica firma el convenio AVEC-Estado, como signo de la alianza por la educación de los sectores más desfavorecido. Es tiempo de alianzas y crecimiento. Fe y Alegría va pasando de movimiento carismático educativo a una institución educativa y social, sin perder la conciencia de movimiento movido por la mística y la vocación.

El grito del padre Vélaz en su última homilía, fue entusiastamente desgarrador. Murió en el momento 1985, en el momento en que Venezuela comenzaba a cambiar, a entrar en crisis, la educación pública comenzaba a perder calidad, y Fe y Alegría entraba en un nuevo ciclo: cómo ser alternativa educativa para los sectores populares, mantener una educación de calidad en medio del deterioro de la educación pública. El canto de cisne del padre Vélaz aquel año fue: «atrévanse», «atrévanse», «atrévanse a soñar».

Ahora, estos últimos 20 años, y muy especialmente en los últimos 13 años, hemos presenciado un deslave educativo; el deterioro de las condiciones de vida de los docentes es dramático, escandaloso, la sostenibilidad de la educación está amenazada; se mantiene gracias a la vocación y misión de los trabajadores de la enseñanza (docentes, administrativos, obreros, directivos) y la alianza de la empresa privada y organizaciones humanitarias, quienes también tienen que hacer malabarismos para que el Estado les permita ejercer el derecho a solidarizarse con la educación de los más pobres.

Recientemente, el primero de marzo, se presentó la PSICODATA, un estudio de la escuela de Psicología de la UCAB sobre la situación socio-emocional del Venezolano. El estudio arrojó que toda esta situación de deterioro está generando un clima de desconfianza que ronda en el 81 por ciento y, paradójicamente, al mismo tiempo, en los sectores más pobres, hay un deseo de participar de un 74 por ciento… Digo este dato, porque ante tanta adversidad y golpeados por la situación, los trabajadores de FyA y junto a ellos quienes decididamente apoyan este esfuerzo, representan ese porcentaje de la población que no se resigna, que, aunque sacudidos y golpeados por políticas injustas, mantienen los sueños, y siguen creyendo en la fuerza de los pequeños gestos, como nos ilumina el evangelio que elegimos para este día: «Ser fermentos en la masa», para fermentar el pan de la Venezuela, sin exclusiones, justa, fraternal, donde en las escuelas los niños puedan estudiar sin hambre, donde las escuelas no sean comedores, porque los niños, niñas, adolescentes y docentes tienen en sus casas el pan, donde la escuela recupere su misión: “convivir y aprender para la vida”… Atrévanse, atrévanse, atrévanse, fue el grito del padre Vélaz. Ese grito sigue vivo. Atrevámonos a seguir siendo «fermento en la masa», para que en medio de esta tormenta, que nos quiere aplastar, nos mantengamos fortalecidos y dinamizados por el Espíritu cómo la «semilla de mostaza», que siendo la más pequeña de las semillas, al germinar crece de tal manera que cobija con su sombra y recrea la vida, porque los pájaros, con sus cantos, anidan y transforman el ecosistema. Sí, como la semilla de mostaza, estamos llamados por la fuerza que imprime la educación en el alma humana a transformar el ecosistema, un ecosistema donde convivamos en paz, nos reconozcamos como hermanos y celebremos la vida.

Sí, todas las cosas tienen su tiempo, «y este es tiempo de atrevernos a soñar», «de no resignarnos», «de construir en medio de la adversidad» para «ser fermento en esta masa llamada Venezuela», y soñar ser como la «semilla de mostaza» que se deja mover por la fuerza del Espíritu y transformar y humanizar el paisaje… En esta adversidad, cuando cumplimos 68 años, nos atrevemos a soñar y a agradecer con el salmista: «dad gracias al Señor porque es grande, porque es eterna su misericordia». Nadie nos puede quitar el derecho a educar, a soñar, y a agradecer… El canto de cisne del padre Vélaz sigue vivo, escuchémoslo: «atrevámonos» «atrevámonos» «atrevámonos», que nada ni nadie nos quite el derecho de educar y servir a nuestro pueblo.

P. Alfredo Infante Silvera, S.J.

Provincial

Foto: Víctor Delgado y Arturo Adames