Capilla del Colegio San Ignacio
18-07-24
Hermanos, hermanas, nos reunimos en torno a la mesa del Señor, para entregar a Dios, a nuestro compañero Jean Pierre Wyssenbach Amiama, quien conociendo y amando a Jesús quiso seguirlo en la Compañía de Jesús, y, dejarse configurar “por el Cristo pobre y humilde” de los Ejercicios Espirituales.
Hablar de Wyssen es hacerlo colocando en este altar los colores, nombres y lugares de la Sagrada Escritura a la que se dedicó con la pasión del biblista, la didáctica del maestro y la humildad del sabio. El “Catire”, así lo llamaban en La Vega, nunca dejó de entregar la biblia al pueblo de Dios, y esa pasión junto con las Olimpiadas de Castellano y Matemática, las aulas de clase en el Centro de Estudios Religiosos (CER), en el Instituto de Teología para Religiosos (ITER), como en seminarios y universidades, hablan de tanto bien que Wyssen fue repartiendo por donde iba caminando.
Jean Pierre nació el 14 de octubre de 1941 en San Sebastián. Su padre Henri, suizo; y su madre Eugenia de Tolosa (Guipúzcoa). Sus hermanos Teresa, Georges, Jacqui, Carlos y María Eugenia. Una familia de firmes valores cristianos.
Sus primeros estudios los hizo entre Tolosa y San Sebastián. Ingresó al Noviciado en Veruela el 07 de septiembre de 1958, luego fue destinado a continuar el Noviciado en Los Teques, llegando al país el 11 de marzo de 1960. Hizo sus primeros votos en Los Teques el 11 de septiembre de 1960. Luego continuó con el Juniorado en la misma ciudad, y pasó a Quito para estudiar la Filosofía. El Magisterio, primero fue en el Colegio San Ignacio y luego regresó a Los Teques, para dar clase de latín y francés, además de dirigir el coro de la numerosa comunidad del Pignatelli de casi 70 personas entre padres, hermanos y escolares.
La teología la estudió en Frankfurt, Alemania. De ese período de estudios recuerda el P. Duplá: “la comida alemana no era fácil de gustar para nosotros; menos mal que Ugalde se las ingeniaba para que hiciéramos con frecuencia tortilla española y otros guisos (…) allá ayudábamos con una misa semanal y visitas a los barracones donde vivían muchos trabajadores españoles que buscaban en Alemania mejores condiciones de vida. Fueron nuestras primeras tareas como estudiantes de teología y luego como sacerdotes”.
Jean Pierre fue ordenado sacerdote el 12 de julio de 1970 en Loyola, España, por Eugenio Beitia, Obispo de Santander. Luego siguió con los estudios en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
A su regreso a Venezuela vivió en la comunidad de los jesuitas en Santa Mónica, que se dedicaban al área social y donde estuvo seis años, un trabajo que acompañó como director de Ejercicios Espirituales al clero y como profesor en el Seminario de Caracas, en el Centro de Estudios Religiosos (CER), en el Instituto de Teología para Religiosos (ITER) y en la UCAB. Pero su mayor salón de clases fueron las escaleras, los callejones y las casas en La Vega y luego en Maturín. En La Vega vivió 27 años, de 1980 y hasta el 2007. En Maturín vivió en la Residencia San Ignacio de Maturín durante 13 años hasta que en el año 2020 pasó a la Enfermería Provincial para cuidar de su salud.
El 19 de abril de 1980, junto a un grupo de maestras y normalistas de La Vega preocupados por la educación en los barrios, organizaron una reunión para establecer propuestas y salidas que ayudaran a solventar la problemática. De las propuestas que hicieron triunfó la de impartir unas clases de recuperación, formando así el “Liceo de vacaciones”, en el que los mejores estudiantes les dan clases de recuperación a sus compañeros aplazados, o a aquellos que desean adelantar materias para el año siguiente. Así vemos el germen de lo que será el Grupo Utopía, otro de sus tesoros.
El P. Adolfo Nicolás en la carta que le envía a Wyssen por sus 50 años de jesuita le escribe: “pero su lugar de residencia ha sido invariablemente la comunidad de inserción de La Vega hasta su reciente destino a Maturín, y este ámbito popular y complicado ha caracterizado su apostolado social, en el que Ud. ha puesto sus afanes más íntimos, igual que su preocupación por los Derechos Humanos. Sus cualidades para la música y el deporte y su privilegiada memoria le han permitido cultivar múltiples contactos y le han granjeado abundantes relaciones de amistad. ¡Y cómo no recordar su obra educativa a través del popular Grupo Utopía y las famosas olimpiadas de castellano y matemáticas! Así ha acompañado durante 28 años las vicisitudes de La Vega como un personaje especialmente querido, benéfico e influyente”.
Su otra pasión fue leer al país con los ojos y el corazón de la gente sencilla, pobre y humilde de los sectores populares. La Revista SIC, del Centro Gumilla, fue uno de los cuadernos donde Wyssen retrató bíblicamente al país. Jean Perre vivió el mundo roto de todos los días en La Vega y luego en Maturín, pero lo desfigurado del mundo caraqueño y monaguense no lo hundió en el pesimismo. “Todo lo contrario: es una persona optimista por excelencia, que cree en el ser humano y en su capacidad por enmendar sus errores y contribuir a que tenga sentido la vida suya y la de los demás” (P. Fco. Javier Duplá, S.J.)
En el evangelio hemos escuchado: “yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna”. Escuchar la palabra y vivirla fue el empeño de este hermano en Cristo. La Palabra no se la guardó, sino que la vivió entre la gente. Tanto en La Vega como en Maturín sigue sonando la voz de Wyssen a través de tantos que estuvieron con él. El salmo hoy nos lo recuerda “caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”. En una entrevista que le hicieron a Wyssen en el 2007 mencionó: “me voy satisfecho con el trabajo que pude realizar en La Vega, donde encontré mucha gente bella, útil. Hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos a los cuales considero escapularios, son las semillas que dejo y que estoy seguro continuarán todo este trabajo con el cual he logrado mejorar su calidad de vida y unión”.
Jean Pierre fue hombre de esperanza. En una entrevista que le hicieron en 1993 le preguntaron: viendo la situación actual del país y del barrio el Carmen, ¿cree que deberíamos escribir un nuevo Apocalipsis? Y respondió: “el apocalipsis es una lectura para dar a la gente una esperanza. En este sentido tengo la alegría de ver en diversos barrios de Caracas que hay gente que trata de dar aliento a los demás. Si se está escribiendo un nuevo Apocalipsis, pues en medio de toda la situación la gente dice que hay esperanza”. En la segunda lectura que hemos escuchado del libro del Apocalipsis se nos recuerda no la catástrofe, sino la esperanza de que hay árboles de vida que dan frutos, que sus servidores verán su rostro y llevarán su nombre en la frente, y no necesitarán luz porque Dios mismo será su luz. Jean Pierre fue un hombre que dio vida y esperanza, dando abundantes frutos, su vida ha sido luz para tantos y tantas que serán como “el río de agua de la vida” y su nombre será recordado por haber sacado el evangelio y a nuestro maestro Jesús a la calle.
Deseo culminar dejando las palabras de Wyssen para que resuenen en nuestros corazones: “yo quería decir que Dios no sólo nos habla por la Biblia. Nos habla también por la vida. De ahí que nosotros conocemos a muchísimas personas que son muy buenas personas, y que realmente son dóciles a lo que Dios les quiere decir y no han leído la Biblia, a lo mejor son analfabetas. ¿Qué pasa?, que Dios nos habla en la vida (…) La Biblia viene siendo como unos lentes que nos ayudan mejor a ver la realidad. Hay muchas personas desalentadas y suelen decir esto se lo llevó quien lo trajo. En la Biblia uno encuentra entonces un mensaje de esperanza”.
Jean Pierre, ahora que estás en el cielo con tus padres y tantos jesuitas, sigue rezando por nosotros. Que tu modo de estar con Jesús sea también nuestro modo, para ser hombres y mujeres de fe, esperanza y amor, llamados a trabajar por la justicia y la reconciliación.
Que así sea.
P. Yovanny Bermúdez, S.J.
Socio Provincial