La vida nunca nos prepara para las malas noticias, pero depende de nosotros encogernos ante la adversidad o seguir caminando de la mano con Dios. El Hno. Pedro Anduaga Irízar, S.J. era un hombre de convicciones y virtudes firmes.

Pedro Anduaga Irízar nace el 6 de junio de 1913 en Oñate, en la Provincia de Guipúzcoa, España. Hijo de Silverio Anduaga, maestro de obras acreditado, y Úrsula Irízar. Pedro llevaba la oficina de su padre antes de entrar en la Compañía de Jesús en Loyola el 18 de diciembre de 1945 a sus 32 años.

Al terminar el noviciado permaneció en Loyola como albañil constructor de 1948-1952. Allí, como discípulo aventajado del Hno. Gogorza, S.J., ayudó a hacer los planos del nuevo Filosofado sobre el trazado del ferrocarril Urola.

En 1952 fue destinado a la Viceprovincia de Venezuela con la idea de construir casas y colegios. Su primer destino fue el Colegio Gonzaga de Maracaibo en donde se encargó de las tareas de la casa, de los trabajadores y fue chofer hasta 1954. Luego experimentó una crisis de epilepsia junto con un sentimiento de inseguridad y miedo a las alturas.

En 1955 fue enviado al Instituto Pignatelli para trabajar junto al Hno. Sabino Aguirre, S.J. en la construcción del nuevo Noviciado.

Pronunció los Últimos Votos el 2 de febrero de 1956 ante el P. Provincial Jenaro Aguirre, S.J.

Llegó al Colegio San Ignacio en 1957, donde se encargó de los trabajadores y de las tareas de la casa. Poco a poco, debido a su enfermedad, vio limitado el campo de sus actividades, cuidando solo de la capilla, siendo responsable del comedor y de la lectura.

Reaparece un agudo problema circulatorio y un cuadro tóxico, debido a las fuertes dosis de medicamentos que tomaba, y cuando le realizaron una serie de exámenes se descubrió un tumor cerebral.

Una vez descubierto el tumor le fue extirpado, pero falló el corazón que apenas bombeaba sangre. El 14 de junio de 1961 falleció el Hno. Anduaga, S.J., partió a la casa del Señor con 16 años de servicio a la Iglesia en la Compañía de Jesús y con 48 años de edad.

En los últimos días recuperó una paz que iluminaba su rostro, no hablaba, pero reconocía a todos y les sonreía. Un hombre de virtudes sólidas que luchaba contra una enfermedad oculta que lo iba deteriorando, pero que nunca perdió la fe y que aceptaba la voluntad de Dios.

Su entierro fue modesto como su vida, fueron jesuitas de todas las casas y algunas personas cercanas a la Compañía. Se recibieron telegramas del Obispo de Barquisimeto, de Mons. Pellín, de comunidades religiosas, de la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC) y de personas cercanas. Entre ellos llama la atención el siguiente:

“Reciban mi sentida expresión condolencia fallecimiento Reverendo Hermano Pedro Anduaga. Amigo, Jóvito Villalba”

Damos gracias a Dios por la vida y obra del Hno. Pedro Anduaga Irízar, S.J., pedimos que su ejemplo nos anime en la misión encomendada.

 Schirley Echenique
Comunicaciones Curia Provincial