Una condición indispensable para llevar a cabo el Plan Apostólico de la Provincia 2021-2026 es cultivar al sujeto capaz de discernir el modo concreto de hacerlo realidad. Como dijo el P. Kolvenbach, S.J. al aprobar el Plan Apostólico 2000-2020: “Mi deseo es que se cumpla lo que ambiciosamente expresan: ‘el camino recorrido nos ha llevado a la convicción de la necesidad de convertir el discernimiento espiritual y la deliberación apostólica en el modo ordinario de proceder’”. Tal parece el P. Kovenbach, S.J. era consciente de la insuficiencia de un Plan Apostólico sin un sujeto que se pregunte constantemente delante de Dios cómo llevar dicho Plan adelante. Por ello, el P. Arturo Sosa, S.J. nos recuerda en la aprobación de este nuevo Plan: “Explicitan por eso ustedes que los objetivos, iniciativas estratégicas y los indicadores que la aterrizan quedan abiertos a la escucha de lo que el Espíritu siga inspirando […]”. Por tanto, la realización del Plan presupone sujetos abiertos a la escucha del Espíritu con la libertad, como lo recuerda el P. Kolvenbach, S.J. que tanto buscaba el Maestro Ignacio[1].
En este contexto se ubica el Noviciado como escuela de oración y de discernimiento. Por ello, además de ser un espacio de verificación de la vocación, es un lugar para iniciarse en: la familiaridad con Dios, la indiferencia ignaciana y la abnegación. Todos estos son ingredientes indispensables para el jesuita disponible que se requiere para realizar el Plan Apostólico bajo la inspiración del Espíritu.
En este sentido el noviciado desea cultivar jesuitas con una mirada “[…] atenta a lo que pasa a nuestro alrededor, para discernir lo que Dios quiere de nosotros, [lo cual] es como una prolongación de la contemplación ignaciana de la Encarnación, y a la vez una forma concreta de ser contemplativos en la acción”[2]. Sin embargo, se debe cuidar al novicio para que no caiga en la tentación de la moda[3] del discernimiento. El discernimiento no es una moda para justificar decisiones que no comprometan lo ya conocido. Por el contrario, nos abre a la libertad y la valentía de dejarnos llevar por el Señor por caminos quizás aún no transitados. Es la invitación a vivir en lo provisorio, en la disponibilidad y movilidad[4]. El discernimiento requiere hombres espirituales y no solo gerentes, hombres de una cierta gimnasia espiritual y no solo de planificación estratégica.
Roguemos a Dios para que, como jesuitas, seamos capaces de sumergirnos en la selva de las incertidumbres propias de quienes caminan, guiados por su luz, hacia el lugar del nacimiento de su hijo Jesús.
Aníbal Lorca, S.J.