El Centro de Espiritualidad y Pastoral (CEP) posee la misión de avivar la espiritualidad ignaciana en el cuerpo apostólico de la Provincia jesuita en Venezuela. El Plan Apostólico de la Provincia 2021-2026 confirma e impulsa este servicio en la misión.

La imagen institucional identifica y explicita los elementos característicos de la misión encomendada. Es un signo comunicacional que posee la función de promover y mantener la identidad carismática de la Obra.

La renovación de la imagen institucional del Centro de Espiritualidad y Pastoral de nuestra Provincia está compuesta por los siguientes elementos:

IHS: “Jesús Hombre Salvador”. La persona de Jesús de Nazaret es el centro de nuestro servicio a la misión. Las palabras de San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales recuerdan la centralidad de Jesús en la espiritualidad ignaciana: “lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo” [EE.EE. 53]. Nuestra espiritualidad es una espiritualidad encarnada y cristocéntrica.

Círculo en movimiento: El círculo en movimiento nos recuerda el dinamismo del Espíritu Santo que se nos ha dado: “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente” (1 Cor 2,12). El Santo Espíritu siempre nos mueve a la vida y la gracia en el amor divino. Eso conecta con la importancia de la humildad del corazón para dejarnos guiar, abiertos siempre a discernir, el círculo no está cerrado, no está concluido, se está haciendo, así somos todos los seres humanos, de allí la centralidad de la docilidad del corazón que posibilite la fidelidad creativa que sea capaz de encarnar la voluntad de Dios en la vida de cada persona. María de Nazaret dio un vivo ejemplo de ello: “Yo soy la esclava del Señor; hágase en mí lo que me has dicho” (Lc 1, 38). Además, el círculo es una figura geométrica que nos recuerda la comunidad cristiana que vive la diversidad de dones y ministerios caminando juntos como Pueblo de Dios (Concilio Vaticano II), hermanos y hermanas en Cristo, hijos de un mismo Padre, sembrando en los corazones, sin desfallecer, el reinado de Dios.

Rayos de luz: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, una luz resplandeció sobre ellos” (Is 9,2). La luz que ilumina la vida es la persona de Jesús (Jn 8,12; cf. 1,4). Su luz es capaz de transformar la existencia. La luz de Cristo nos hace un continuo llamado a la conversión. El lema del año ignaciano que aún sigue resonando: “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”. Es una invitación a dar un nuevo paso, a vivir una nueva “Pascua” e iluminar existencialmente nuestra mirada sobre el mundo. Es no solamente un llamamiento a “ver” de manera nueva con la luz de Cristo la realidad en que vivimos, sino también a irradiar desde el “hacer” una nueva realidad, transformándola, desde el testimonio auténtico de vida como “Compañeros en una misión de Reconciliación y de Justicia” (CG 36, dec. 1).

La Roca: El apóstol san Pedro nos dice: “También ustedes, cual piedras vivas, participan en la construcción de un templo espiritual” (1Pe 2,5). La forma de la roca, evoca el “principio y fundamento” de la vida [EE.EE. 23]. Y, también, el llamado a ser “piedras vivas” comprometidas en la construcción de un mundo más humano y fraterno. La piedra simboliza la fortaleza del cristiano que se experimenta en la confianza que ha nacido de la vivencia de una misericordia divina que salva y da vida. Todos somos pecadores, todos somos pecadores perdonados. Todos somos pecadores perdonados y llamados a trabajar en la mies del Señor, colocando el pequeño grano de arena en la construcción del sueño del Padre Bueno de los cielos: una humanidad donde se viva la fraternidad de los hijos e hijas de Dios. Recordando las palabras del apóstol san Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12,10).

Que esta nueva imagen institucional ayude a evocar siempre la esencia de las raíces espirituales del don carismático recibido como colaboradores de la misión de Cristo.

P. Javier Fuenmayor, S.J.

Centro de Espiritualidad y Pastoral