Alberto (novicio) y Eugenio (junior) dos jóvenes jesuitas excepcionales que emprendieron el camino de la vida religiosa con un futuro prometedor, pero que partieron pronto a la Casa del Padre. Ambos son ejemplo de lo que se puede lograr en poco tiempo y de lo significativa que puede ser una vida por más breve que esta sea.
El 11 de marzo de 1947 nació Alberto Capdevielle Santiago en Caracas, Venezuela. Eugenio Batista Gastón nació el 02 de noviembre de 1942 en La Habana, Cuba. Ambos crecieron en el seno de familias con profundos valores cristianos. Desde muy niños demostraron tener un espíritu aventurero, amor por la naturaleza, un corazón compasivo con el prójimo y el alma puesta al servicio del bien común.
Alberto ingresó en el Colegio San Ignacio para cursar el cuarto grado en 1955. Le recomendaron repetir el 3er grado porque era muy joven y tal vez no podría cumplir con todas las asignaturas. Al final del curso obtuvo la “Cruz de Honor” como uno de los mejores alumnos. Siempre destacó por su inteligencia y por darse a querer por todos los que lo conocían.
Eugenio realizó sus estudios primarios en el Colegio La Salle de la Habana. Luego continuó sus estudios de bachillerato en el Colegio Belén. Destacó como un excelente estudiante, extraordinario deportista que fue miembro en las selecciones del Colegio en varias disciplinas, delegado de su clase y Prefecto de la Congregación Mariana.
Alberto entró en el Centro Excursionista Loyola (CEL) en su primer año de bachillerato y esto cambió su vida. En su diario íntimo escribió lo siguiente sobre su ingreso: “Gracias (Dios) porque me hiciste “celista” para que te viera en los demás”. El CEL fue transcendental para encontrar su vocación, encontró el amor de Dios en las bondades de la naturaleza. Fue elegido presidente durante dos años consecutivos, también creó el reglamento del Celista y su espiritualidad le hizo llevar al “Santísimo” a los campamentos para tener a Dios presente en todo momento. Lideró múltiples excursiones al Cerro “El Ávila”, campamentos en el Caroní y dos veces intentó conquistar la cumbre del Pico Bolívar.
En su cuarto año de bachillerato Eugenio se encontraba en la Escuela Apostólica “Loyola”, hacía vida allí, aunque no dormía en ella. Luego entró en contacto con la Juventud Obrera Católica (JOC). Se graduó en el Colegio Belén en 1960 y comenzó a frecuentar la Agrupación Católica Universitaria (ACU). Se metía en todas las actividades, jugaba en las canchas y se hacía querer por todos. Incluso llegó a estudiar dibujo arquitectónico en el Centro de Estudios Matemáticos. Un día anunció su deseo de ser jesuita y como es costumbre en la ACU su propio padre como miembro y padrino le impone la Medalla de la Virgen el 21 de agosto de 1960 en la Misa de la mañana, al mediodía tomó un vuelo rumbo a Venezuela para ingresar en el Noviciado y esa misma noche se incorporó como novicio en el Instituto Pignatelli en Los Teques.
Alberto ingresó en la Congregación Mariana en cuarto año de bachillerato y desde ese momento su vocación se decide por la Compañía de Jesús. Quería prepararse para el noviciado, se trazó una rutina rigurosa y día a día anotaba en su diario si la había cumplido o no. Algunas de sus anotaciones nos dejan ver su honestidad y autodisciplina: “No hice visita”, “rosario regular, todo bien”, “evité un pleito”, “la reunión no se hizo por no organizarla bien, por flojera en parte”, “me levanté a las 3:00 a.m. a estudiar Biología y… no hubo examen”, “me quedé dormido y no pude ir a Misa”. El 18 de febrero de 1963 escribió lo siguiente: “Hablar con el P. Madariaga… A las 11 hablé con el P. Madariaga; me dijo que por él estaba admitido en la Compañía de Jesús”. El 10 de septiembre de 1963 ingresó en el Noviciado de Los Teques.
Eugenio destacó en su noviciado, poseía una inteligencia clara, las ciencias más que las letras eran su afición. Poseía grandes ideales, un hombre sin miedo al sacrificio, su temperamento no lo hacía conformarse con hacer las cosas bien y siempre buscó la perfección en todos los sentidos. También disfrutaba mucho de las excursiones y el deporte. Su devoción profunda lo hizo retrasar sus Primeros Votos para realizarlos el 8 de septiembre, fiesta de la Virgen de La Caridad del Cobre, Patrona de su Cuba natal. En su juniorado ya soñaba con las misiones, pensaba conversarlo con el Viceprovincial y escribirle al P. General acerca de su profundo deseo de ser misionero.
Al ingresar al Noviciado, el CEL quedó en segundo plano para Alberto. Fue un gran sacrificio que asumió con una sonrisa para entregarse a Dios. Los “celistas” lo despidieron en un campamento en el Caroní. Él les hablo de su vocación, de seguir a Cristo, de que Venezuela necesita apóstoles. Sus compañeros y amigos no pudieron reprimir las lágrimas al despedir a su Jefe de Campamento. Fue un novicio espléndido, nunca demostró abatimiento, ni tristeza o depresión durante el curso, ni en el mes de ejercicios y tampoco durante el mes de hospital en San juan de Los Morros.
El 8 de marzo de 1964 un incendio en el cerro cercano al Instituto Pignatelli fue lo que puso fin a la vida de estos insignes jóvenes. Ese día luego del almuerzo se dio la alerta de fuego y un grupo de jóvenes acudió al llamado. Las llamas fueron sofocadas rápidamente. Cuando solo quedaba un pequeño foco un viento repentino reavivó el incendio y Eugenio y Alberto se vieron atrapados en un torbellino de fuego. Sus compañeros lograron rescatarlos, pero habían sufrido graves quemaduras en más del 80% de sus cuerpos. Los trasladaron al Hospital Policlínico de Los Teques, donde fueron ingresados y estuvieron conscientes hasta el final de esa tarde. Al caer la noche entregaron sus vidas al Padre Eterno con pocos minutos de diferencia: Alberto a las 10:30 p.m. y Eugenio a las 10:40 p.m. Eran respectivamente distributario del Noviciado y subbedel del Juniorado al momento de su muerte.
El novicio Alberto Capdevielle Santiago, NS.J. falleció a tres días de cumplir diecisiete años de edad y con seis meses al servicio de la Iglesia en la Compañía de Jesús.
El junior Eugenio Batista Gastón, S.J. falleció con veintiún años de edad y con 3 años al servicio de la Iglesia en la Compañía de Jesús.
La pérdida de estos jóvenes jesuitas conmocionó y sigue causando impacto en la Provincia cuando este año se ha cumplido el quincuagésimo noveno aniversario de una tragedia que nos habla del heroísmo, la entrega y el sacrificio de unos jóvenes jesuitas que entregaron sus vidas protegiendo al prójimo y a la naturaleza.
En el lugar de la tragedia se levantó un monumento para celebrar la vida de Alberto y Eugenio. También se escribieron muchos textos y publicaciones recordando la pureza de su corta existencia, la valentía con que enfrentaron la vida, la certeza de su vocación e inmenso amor que Dios puso en sus nobles corazones.
Nosotros también damos gracias Dios por la vida y obra del novicio Alberto Capdevielle Santiago, NS.J. y el junior Eugenio Batista Gastón, S.J. Pedimos que su ejemplo nos anime en la misión encomendada.
Monumento para Alberto Capdevielle Santiago, NS.J.
y Eugenio Batista Gastón, S.J.